Jose Corbacho es uno de los cómicos y presentadores más polifacéticos actualmente. Un showman en mayúsculas capaz de ser un maestro de ceremonias, un monologuista, un actor o todo a la vez. Hablamos con él para que nos explique cómo es Corbacho en los eventos de empresa.
Empecemos. ¿Cómo te preparas antes de salir a presentar un evento? ¿Tienes alguna manía o superstición?
Pues, depende del evento. Hay eventos que son más comunes en el que puedes hacer un monólogo que ya tienes preparado y las manías son como cualquier otro espectáculo. Debes estar preparado a la hora de salir, con esos nervios que tienes previos a actuar, pero con la sensación de que lo tienes todo controlado. Y después están los eventos que exigen más preparación porque hay que hacer un guión adaptado a la empresa, en el que has estado trabajando con los directivos y la gente de marketing y comunicación, y no tienes tiempo de hacer ningún ritual porque estás repasando todas las fichas. Mi manía es repasar las primeras fichas y una vez tienes claro esto, después ya puedes ir refrescando lo que viene a continuación. Soy más de repasar a hasta última hora que no de tener ningún ritual o superstición.
¿Eres más de improvisar o tener estar guionizado?
Me es indiferente. Sí que me gusta tener un guión, pero me lo paso bien viendo lo que te va dando el acto en sí. No es tanto improvisar sobre la marcha, sino reaccionar a lo que pasa. Cuando hay entrega de premios o eventos parecidos, me dejo llevar más por el directo del acto que no llevarlo todo preestablecido. Pero, en sí, me gusta una mezcla de todo y que el guión no se note demasiado.
A tu parecer, ¿qué facultades debe de tener un buen presentador de eventos?
Sobre todo, preparación. Al fin y al cabo, esto es trabajo y horas de dedicación ya que te pagan por hacerlo. Después que seas más o menos gracioso, improvisador o ingenioso, depende de muchas cosas. A veces depende de la empresa que te ha contratado porque sabes que con unas compañías puedes hacer un tipo de humor y, en cambio, con otras puedes ir más allá y esto lo ves con el trato que vas teniendo con ellos. Sobre todo es una cuestión de responsabilidad y de sentido común. Se le tiene que tener respeto al evento.
Tu faceta de “showman” y de artista polifacético es muy conocida. ¿Te piden que les sorprendas con algo especial o raro?
Tengo que confesar que soy nuevo en el mundo de los eventos. Había hecho muchos en grupo con la compañía La Cubana pero eran eventos en donde iba mucha gente y montábamos unos saraos espectaculares. Después con el Terrat también hacíamos eventos. Dependiendo en qué programas estabas en ese momento (Buenafuente, Homo Zapping…), ibas con gente del programa. Desde hace un par de años, decidí montarme un espectáculo en solitario en forma de monólogo o “showman”, que nunca lo había hecho yo solo. A partir de ahí, sí que me vinieron a buscar a mí. Me gusta intercambiar impresiones con la gente que te contrata para ofrecerle algunas cosas. Cuando alguien viene a buscar a Corbacho es porque buscan que aporte humor y comedia porque sino, no tendría ningún sentido. A veces te pasan el guion y después te dicen después ya le pondrás tu chispa.
Como tú acabas de decir eres nuevo en este mundo, ¿te acuerdas de tu primer evento?
Me acuerdo de mi primer evento con La Cubana. La gente nos contrataba para que fingiéramos que no era un evento si no cosas que estaban pasando reales. La Cubana fueron los primeros en hacer de camareros falsos, por ejemplo. Pero como nadie nos conocía, podíamos hacer de camareros, policías municipales… y nos colábamos en diferentes eventos. Ahora esto sería impensable porque me reconocerían. Estos eventos los recuerdo mucho porque los echo en falta. Mi primer evento personal fue uno de esos difíciles. Un amigo me pidió que fuera a un acto en un restaurante para dares una sorpresa. Yo acepté. Llegué al restaurante y, como era una sorpresa, me dijeron que me esperara apartado. Me dieron un bocata para comer y me encerraron en el almacén del restaurante. Ahí estuve un par de horas. Al final salí y fue el típico evento que no salía nada. La gente ya llevaba un par de copas y no le hacía gracia nada, solo querían hacerse fotos. Son de esos eventos que te preguntas “qué hago yo aquí”. Fue un poco surrealista.
En los eventos, ¿modifican mucho el texto de tu monólogo? ¿Meten cucharada?
Depende. A mí ya me gusta meterme la cucharada yo mismo, me gusta tunearlo y personalizarlo aunque sean pequeños detalles. También lo hago en los bolos normales y en el teatro. Me gusta que sea diferente en cada sitio donde voy. Hay una base comuna en todas pero me gusta tunearlo. Sí que me piden que incorpore detalles de los trabajadores o de la empresa. Por eso, me gusta hablar con la gente antes, para que te expliquen cosas del público y, al final, a la gente le hace gracia porque es algo que está hecho especialmente para ellos.
¿Cambias el chip si estás en un evento de empresa que encima del escenario del teatro?
A mí me gusta saber lo que quieren o lo que buscan en mí. Cuando estás en el teatro, la gente te va a ver a ti y estás muy relajado porque la gente ha pagado una entrada para ir y tienen la voluntad de verte. Pero en un acto, que la gente está ahí porque es una cena o una convención, tú no dejas de ser un extraño. La cuestión es saber en el contexto en el que estás. Cambias el chip pero un poco, no es tanto cambiarlo sino modificarlo. Tú sales ahí a intentar que se lo pase bien y esto no lo tienes que cambiar en ninguna de las situaciones.
Hablando de teatro y eventos, ¿encuentras diferencias entre los dos tipos de público?
Hay unas diferencias pero que después se van borrando. El público de teatro ya sabe lo que va a ver. Pero en los eventos, los asistentes, a veces, te encuentran por sorpresa. Hay una cosa complicada en los eventos. La gente de los eventos les cuesta dejarse ir porque no deja de ser un acto del trabajo y están sus compañeros y jefes. Si es una cena o comida de empresa y ha habido vino, carajillos y copas de por medio, el público de los eventos se vuelve más loca que la del teatro. A priori siempre tienes ahí una gente que no viene tan predispuesta a reír como la del teatro. En los eventos se crea un ambiente algo extraño porque si no se ríe el “capo” los otros no ríen y les cuesta más. Pero como se calienten… Al fin y al cabo, la gente va a pasarlo bien y hay que luchar contra ese ambiente gélido.
Ambiente gélido es el que debes notar cuando no la gente no se ríe. ¿Qué haces cuándo esto sucede?
Yo me pongo muy nervioso. A veces estás lanzando un material que ha funcionado en otros sitios y ahí no funciona. Entonces, no intento ponerme muy pesado y me cargo lo que no está entrando e intentas buscar otras vías. Aquí es donde entra la improvisación y sacas tus tablas y horas de vuelo juegas con la gente para intentar meterte el público en el bolsillo. Para que esto no suceda, intento comentar con la persona que me contrata el tiempo de monólogo. Yo pienso que una hora de monólogo en un evento es una burrada. Un monólogo de 25-30 minutos entra muy bien. Lo peor es hacer una hora sí o sí. También si me dicen media hora exacta, por ejemplo, pues no me paso porque en las escaletas hay unos timings y tienes el tiempo que tienes. Pero si me dicen que tengo máximo una hora pues iremos un poco sobre la marcha.
Para acabar, ¿qué es lo que más te gusta de los eventos de empresa?
Una de las cosas que me gustan, aparte de que está bien pagado, es que te encuentras a mucha gente que va a un evento, que no deja de ser trabajo, y cuando sales, los ves con una sonrisa en la cara constante. Es gente que se llevan una sorpresa y que, al acabar, te viene y te dice lo bien que se lo ha pasado, te piden fotos, etc. Y les alegras esas largas jornadas de trabajo. Te quedas con la risa de la gente, que la gente se lo ha pasado muy bien, te agradecen el trabajo… También, con el cariño de unas personas que no se lo esperaban y les alegras un poco su vida. Eso es lo que más te compensa cuando salgues a algún sitio y la gente se lo pasa bien.